UN MADRID DE CINE
La ciudad de Madrid atesora algunos de los escenarios al aire libre más emblemáticos de nuestra historia cinematográfica. Sin embargo, más allá del archiconocido cartel luminoso de Schweppes, aquel que cuelga del Edificio Carrión y que popularizo Alex de la Iglesia en una famosa escena de su largometraje El Día de la Bestia (1995), la capital guarda celosamente calles y edificios míticos, no solo por su mera aparición en películas de cine, sino por formar parte del imaginario cultural de toda una generación.
Una Gran Vía desierta, la azotea de la Torre Picasso o el Faro de Moncloa fueron empleados por el director Alejandro Amenábar para recrear el fascinante ambiente que envuelve la trama de Abre los ojos (1997). El mismo director, en su opera prima, la afamada Tesis (1996), utilizó el edificio de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, en la que estudiaba, como escenario para buena parte del rodaje.
También famoso en los 90 se hizo el paso elevado de Juan Bravo sobre la Castellana, del que se cuelgan los protagonistas de Historias del Kronen (1995), de Montxo Armendáriz.
Más actuales son los escenarios de Los Ilusos (2013), de Jonás Trueba, donde identificamos el cine Doré o la plaza de los Cubos; Stockhoml (2013), del director Rodrigo Sorogoyen, que rueda a lo ancho y largo del barrio de Malasaña, y los de Madrid, above the moon (2016), de Miguel Santesmases, donde podemos ver la plaza de Oriente o el Templo de Debod.
El listado de escenarios en la capital es más extenso de lo que pudiéramos pensar en un primer momento, de hecho, solo con las obras de algunos directores podríamos “patearnos” la ciudad por completo.
Por ejemplo, la filmografía de Alex de la Iglesia nos invita a un peculiar recorrido por el Madrid más castizo, desde las popularmente conocidas como “Torres KIO” (El Día de la Bestia) a los caballos de la mítica azotea del Banco de Bilbao, en la calle Alcalá, (La Comunidad, 2000) o a la Puerta del Sol (Las Brujas de Zugarramurdi, 2013), por citar solo algunos ejemplos.
Y es que, hasta las superproducciones estadounidenses nos han dejado escenarios que nos arrancan una sonrisa cuando transitamos por ellos, es el caso de la estación de Atocha, donde Matt Damon encarnó a Jason Bourne en El ultimátum de Bourne (2007), de Paul Greengrass, o la imprescindible Doctor Zhivago (1965), obra de culto en la que el barrio de Canillas se convirtió en la mismísima ciudad de Moscú a la dirección de David Lean.
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