SANTA CASILDA Y SANTA CECILIA EN EL MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA / MADRID.
Si te gusta el arte, Madrid es una ciudad que siempre te sorprende con exposiciones permanentes y temporales de una excelente y variadísima oferta. Sólo tienes que informarte en Google y planificar tu visita preferida. Hay para todos los gustos.
El pasado mes de julio, en una de mis visitas profesionales a Madrid, aproveché para acercarme a visitar la colección permanente del El Museo Thyssen-Bornemisza. Primero subí a la terraza, situada en la azotea, para disfrutar de sus vistas y de un reparador cafetito con hielo. Luego me dirigí a entrar en el museo y ahora confieso que ignoraba las maravillas que éste atesora. Tras dos horas de visita, que dan para conocer la sorprendente dimensión de la colección de este museo de madrid y poco más, salí con la sensación de haber hecho un magnífico recorrido por la historia del arte occidental desde el siglo XII al siglo XX. Mil obras de las principales escuelas pictóricas: Renacimiento, Barroco, Romanticismo, Impresionismo… hasta llegar al Pop Art. Una visión panorámica, que refleja el exquisito gusto de sus artífices, los barones Heinrich Thyssen-Bornemisza y Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza.
Tanta maravilla junta no es fácil de digerir. Así que me voy a centrar en dos pinturas que me llamaron la atención. Aunque personalmente no soy muy de arte religioso y me gusta más el arte contemporáneo, los lienzos de Santa Casilda y Santa Cecilia me sorprendieron. Ambas están situadas muy cerca una de la otra en la planta principal del museo.
El primero, la Santa Casilda de Zurbarán es un óleo del 1630. El tema de las santas fue uno de los motivos con más éxito del artista extremeño, que envió varias series de santas mártires al continente americano. Este lienzo con Santa Casilda fue parte del botín español que el mariscal Soult se llevó a Francia. Posteriormente , el conde Duchatel lo compró para su colección parisina. En 1913. Santa Casilda se encuentra en la pasó a formar parte de la colección Thyssen-Bornemisza en 1979. Algunas publicaciones la identifican como Isabel de Hungría pero la diadema en la cabeza, sustituta de la característica corona de Isabel de Hungría, fue el detalle que llevó a los expertos a identificarla como santa Casilda.
Santa Casilda, hija de un rey árabe, fue martirizada en 1087. Abandonó la religión musulmana, se convirtió al cristianismo y socorrió alimentando a los prisioneros cristianos de su padre. Parece ser que, sorprendida por su padre, se obró el milagro y los víveres se transformaron en rosas; representadas en la pintura sobre su falda.
Vestida con una gran riqueza, con un precioso vestido de colorido intenso y perfilado de joyas sobre un fondo sencillo y ausente de detalles. Zurbarán puso un cuidado especial al traducir la calidad táctil de los paños que cubren el cuerpo de la mujer y que combina con piedras preciosas y metal. Al verla me sorprendieron la delicadeza de su rostro y la amabilidad de su gesto en contraste con la dureza de su mirada… ¿no os parece?
Ahora le toca el turno a Santa Cecilia, obra del taller de Bernardo Strozzi, una figura influyente en la pintura italiana de principios del siglo XVII. Sus primeras obras revelan un conocimiento del manierismo toscano, así como de los pintores Francesco Vanni y Federico Barocci, cuyas obras pudo estudiar directamente en Génova. Strozzi, con una producción de obras muy amplia, se dedicó fundamentalmente a la pintura religiosa y al retrato.
Santa Cecilia entró en 1959 en la colección Thyssen-Bornemisza. El lienzo, en 1957, estaba en Nueva York, en la French Company, pasando después a la colección suiza Mirto Turri y a la galería Fasciani Escher de Lugano. El óleo figuró en las publicaciones de la colección Thyssen-Bornemisza hasta 2002 como obra original del artista, pero Roberto Contini, tras un detallado análisis de las distintas versiones de la obra, atribuyó este lienzo al taller Strozzi.
Santa Cecilia, en la Iglesia católica, es patrona de: la música, los poetas y los ciegos. En este óleo la identificamos por los instrumentos musicales que la rodean: los tubos de un órgano a la izquierda, la parte inferior de un cello o de un laúd donde apoya la mano con la palma del martirio y el violín, en el suelo a la derecha, en la base de una de las inmensas columnas que se usan como fondo. La figura atrae la atención del espectador por la construcción, la textura y los colores con los que se organiza su generoso y amplio traje. Los blancos del cuello, de las mangas de la camisa y del cinturón resaltan sobre un rosa palo, usado en las telas de los brazos y del cuerpo y sobre el azul claro de su holgada falda. La luz, procedente de un foco a la izquierda, ilumina intensamente a esta joven construyendo geométricamente los amplios planos de las ropas y dejando con una cierta indefinición rasgos de su rostro.
En fin, a mi ambos lienzos de me parecieron un remanso de paz y luz en mi visita al Thyssen. Sus miradas serenas, sus preciosos vestidos, su historia… No se si estas obras os habrán atrapado como a mi, de no ser así, tranquilos en este museo hay para todos los gustos, así que si tenéis ocasión no dejéis de visitarlo.