¿EN MADRID Y SIN BAILAR EL CHOTIS? ¡IMPERDONABLE!
Resulta imposible leer la palabra chotis sin que te vengan a la cabeza tres cosas: el sonido de un organillo, la imagen de dos chulapos en las Vistillas durante las fiestas de San Isidro y la voz de Sara Montiel entonando el famoso: “Pichi, es el chulo que castiga, del Portillo a la Arganzuela y es que no hay una chicuela que no quiera ser amiga de un seguro servidor…”. No es para menos, el famoso ‘Pichi’ se convirtió en una especie de himno en la capital entonado por la Montiel en la película Pecado de Amor (1961), aunque muchas otras lo hicieran antes, y el chotis, en el baile madrileño por excelencia.
Bailar el chotis no es complicado y aunque pueda parecer un baile muy rígido, tiene su gracia y, eso sí, mucho de lo que se denomina “bailar agarrao”. El hombre y la mujer han de situarse uno frente al otro, con los pies bien juntitos y cogidos por la mano y la cintura (en esto no varía mucho respecto al pasodoble o la rumba). Como en todo baile, el hombre es el que dirige, y en el caso del chotis, el que gira en redondo sobre las puntas de sus zapatos mientras la mujer avanza cruzando los pies, uno delante del otro, dando vueltas alrededor de él. La tradición dice que en el chotis, para ser bien bailado, el hombre no tiene que salirse de una baldosa. Y como lo mejor en estos casos es ver un vídeo, aquí os dejamos el de un par de fenómenos para que toméis nota.
Lo curioso del chotis es su procedencia, ya que no se trata de un ritmo propiamente madrileño, sino de una importación austríaca, el Schottisch, que sedujo tanto a los chulapos madrileños que lo hicieron suyo con una dosis extra de chulería para ellos y un buen mantón de manila como atuendo para ellas. La primera referencia al chotis en la ciudad data de noviembre de 1850, cuando, al parecer, se bailó en una fiesta organizada por la reina Isabel II en el Palacio Real de Madrid.
Chulap@s, el chotis es vuestro!
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